Flora y vegetación

Flora y vegetación

 
 
 
Castaño
 

 
 

La Sierra de Espadán cuenta con una vegetación de gran biodiversidad, siempre dentro del contexto mediterráneo, formada principalmente por alcornocales, pinares, carrascales y formaciones arbustivas ligadas a estos ambientes. Esta biodiversidad se encuentra estrechamente relacionada con las condiciones climáticas, geológicas y edáficas de la sierra, así como la riqueza florística y la acción humana sobre el medio, lo que justifica la existencia de más de 1000 especies de plantas vasculares, algunas de ellas endémicas.

El alcornocal, una de las formaciones más interesantes por su originalidad dentro la Comunidad Valenciana, representa la vegetación potencial de los suelos silíceos. El alcornoque (Quercus suber) posee la peculiaridad de ofrecer una gran resistencia al fuego, lo que le confiere un enorme valor ecológico. La extracción de su corteza (corcho) constituye un importante recurso económico para las poblaciones del parque. Junto al alcornoque, o bien formando masas boscosas monoespecíficas, encontramos el pino rodeno (Pinus pinaster), utilizado en la antigüedad para la extracción de resinas. Se caracteriza por presentar acículas y piñas de mayor tamaño que las del pino carrasco (Pinus halepensis), al que encontraremos compartiendo suelos calizos con la carrasca (Quercus ilex).


También destacables por su abundancia y función ecosistémica son los matorrales, formados por diversas especies de jaras, como la jara blanca
(Cistus albidus) o la jara romerina (Cistus clusii); brezos, como el brezo blanco (Erica arborea) o el brezo de invierno (Erica multiflora); y especies de rhamnus como el aladierno (Rhamnus alaternus) y el espino negro (Rhamnus lycioides). También muy característicos son el enebro (Juniperus oxycedrus), la sabina negral (Juniperus phoenicea), la aliaga (Ulex parviflorus), el lentisco (Pistacia lentiscus), la coscoja (Quercus coccifera), el torvisco (Daphne gnidium), el durillo (Viburnum tinus), el espino albar (Crataegus monogyna), el rusco (Ruscus aculeatus), etc.

Otros árboles o arbustos de interés pero mucho menos abundantes son el quejigo (Quercus faginea), el melojo (Quecus pyrenaica), el castaño (Castanea sativa), el tejo (Taxus baccata), el acebo (Ilex aquifolium), el arce de hoja pequeña (Acer monspessulanus), el avellano (Corylus avellana), el serbal (Sorbus domestica), la cornicabra (Pistacia terebinthus) o el madroño (Arbutus unedo).

Dentro del estrato de porte lianoide abundan la hiedra (Hedera helix), la zarzaparrilla (Smilax aspera), el clemátide litoral (Clematis flammula), diferentes subespecies de rubia (Rubia peregrina), la madreselva (Lonicera implexa) y la esparraguera triguera (Asparragus acutifolius); mientras que aportando un perfume especial a estas montañas encontramos diversas plantas aromáticas como el romero (Salvia rosmarinus), el tomillo (Thymus vulgaris), el cantueso (Lavandula stoechas) y más raramente, la ajedrea de montaña (Satureja montana).

No nos olvidamos de los pastizales y prados, de elevado valor ecológico, que encontramos especialmente cerca de los cursos de agua, así como las especies pioneras de líquenes, musgos y helechos que aparecen en los roquedos y terrenos de naturaleza silícea, donde la cola de caballo (Equisetum arvense), la doradilla (Ceterach officinarum), el helecho común (Pteridium aquilinum) o el culantrillo negro de bosque (Asplenium onopteris) son habituales. Estos organismos crean un microclima, donde la temperatura y la humedad son mayores que la ambiental. Aparecen en lugares de umbría y son buenos indicadores de la calidad del aire.


Por último, la sierra alberga especies de gran interés científico o biogeográfico entre las que destacan la centaurea de espadán
(Centaurea paui), la clavelina de espadán (Dianthus multiaffinis), la anteojera de espadán (Biscutella calduchi) y otras como el sanalotodo (Hipericum androsaemum) y el piornal del alcornocal (Cytisus villosus).